ANDENI BURGOS

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lunes, 19 de marzo de 2012


Diario de Burgos, 18 de marzo de 2012
Gadea G. Ubierna
Más de cuatro años imaginando a Miranda y Jimena

Del entusiasmo a la sensación de vacío y vuelta a empezar. Dos parejas cuentan cómo afrontan la prolongada cuenta atrás para convertirse en padres adoptivos de una menor china.



Basilio Villacorta y Marta García llevan esperando a un menor de China desde hace cuatro años y cinco meses. DB/Luis López Araico


Cuatro años y cinco meses después de presentar los papeles, Marta García sigue leyendo casi todo lo que ve sobre China, mientras que su marido, Basilio Villacorta, prefiere guardar más las distancias para evitar el desgaste emocional que supone esperar y esperar sabiendo que pasará mucho tiempo hasta que puedan ponerle cara a su primer hijo, Miranda si es niña o Yuri [en homenaje a Doctor Zhivago] si es niño. García y Villacorta o, mejor dicho, la actitud que cada uno ha escogido para afrontar la larga travesía que supone un proceso de adopción son dos de los estados de ánimo más habituales en toda pareja en su situación: entusiasmo y distancia en fases alternas. «Alguna vez hemos ido a la comida que la asociación [Andeni] organiza en el Año Nuevo chino y estuvimos jugando con los niños que habían ido, pero al volver a casa, la sensación de vacío era tan grande, que decidimos no volver a hacerlo hasta que no tuviéramos a nuestro hijo», cuentan Marta y Basilio.
Para ellos, los cuatro años y dos meses que llevan esperando pesan, pero en Burgos hay parejas cuya cuenta atrás comenzó mucho antes. Es el caso de Rosa Alonso y Emilio Fernández, quienes cumplirán seis años de espera el próximo 1 de junio. «Pasas por todo: tienes ganas, se te quitan, se te vuelven a poner... Hasta los tres primeros años mirábamos a diario si había habido entregas [de niños] en la página web de la Junta, pero luego dejamos de hacerlo. Llega un momento en el que todos te dicen que desconectes, que seguir así es imposible, pero la verdad es que cuesta», afirma Rosa por teléfono, matizando que siempre tuvo claro que su hija se llamaría Jimena. Ahora, como cabe la posibilidad de que le asignen un niño, han pensado en Lucas.

Tanto Rosa Alonso y Emilio Fernández como Marta García y Basilio Villacorta tuvieron claro que su primera opción era China y son primerizos en todos los sentidos, no tienen hijos biológicos y este proceso es también su primera adopción. Esto, dicen, es un inconveniente añadido porque las parejas que ya tienen algún hijo, biológico o no, viven la espera con menos ansiedad que ellos. En este sentido tiene mucho que ver el hecho de que cuando se enfrentaron a las entrevistas de las que depende la concesión del certificado de idoneidad les hicieron preguntas muy concretas sobre sus reacciones en situaciones a las que se enfrentan padre y madre cada día: cómo actuarían si el niño no quiere comer, si se cae, si se porta mal, si está enfermo... «Son cosas que nunca te has planteado, pero te hacen ponerte en el papel y en cierto modo te dan a entender que estás a un paso de vivir esas situaciones cuando, en realidad, falta mucho para que sea así. Genera mucho desgaste», lamentan Marta y Basilio.

Cada proceso de adopción tiene un sinfín de entrevistas y trámites administrativos en la Junta, en distintos ministerios españoles, en entidades colaboradoras acreditadas, y en consulados u oficinas de los países que cada pareja haya seleccionado. Para hacerse una idea de lo agotador que puede llegar a ser basta con consultar la información que la Consejería de Familia y Servicios Sociales ofrece en su web sobre las condiciones de cada uno de los países; las 90 páginas de requisitos y cambios legislativos en China, 74 en el caso de Vietnam, las 43 de Rusia o las 38 sobre Nepal son suficiente para que al lector desinteresado le dé cierta sensación de vértigo con tanta modificación y cambio normativo. Marta y Basilio, por ejemplo, explican que «el tema administrativo es muy complicado porque, en realidad no tienes a nadie que te eche un cable» y Rosa Alonso va más allá: «Hace muchos años que hay adopciones y todo el mundo tiene que hacer lo mismo, pero cuando yo fui a la Gerencia de Servicios Sociales me sorprendió mucho que no sabían qué hacer. Te lo hacen pasar mal y yo creo que podrían facilitar un poco las cosas porque es muy complejo».

A esto hay que añadir que, como les ocurrió a Basilio y a Marta, hay veces en las que los papeles ‘se pierden’ entre un organismo y otro durante un período de tiempo que corre en contra de los adoptantes. «De Madrid a China nuestro expediente estuvo seis meses perdido y cuando apareció, tuvimos que hacer cambios porque había condiciones nuevas», explican. Dicho de esta manera, puede dar la sensación de que se trata simplemente de rellenar algunos impresos de nuevo, pero este tipo de sorpresas pueden conllevar tener que organizar a toda la familia [padres, hermanos, sobrinos...] para rehacer el álbum de fotos que debe remitirse con la documentación para mostrar cuál es el aspecto de los futuros parientes, conseguir nuevas cartas de recomendación [de amigos, del médico de cabecera, del jefe...] o tener que volver a Valladolid para incrementar las horas del curso de formación obligatorio.

Sin embargo, una vez que se han superado, se registra correctamente el expediente y empieza a correr el tiempo, las parejas se olvidan de lo mal que lo han pasado e, incluso, llegan a plantearse empezar de nuevo con otro país. Debido al progresivo incremento de los plazos en países muy demandados, como China, la Administración dio la opción de hacer una «ampliación de expediente» o, lo que es lo mismo, a iniciar otro proceso en un país diferente. Marta y Basilio fueron de los que, después de más de dos años de espera, accedieron a probar suerte en Colombia y otra vez tuvieron que enfrentarse a la maquinaria burocrática y administrativa, hacer papeles y entrevistas para tratar de demostrar lo buenos padres que serán. «Pero cuando ya estaba todo listo, el gobierno colombiano introdujo un cambio en el que nos obligaban a renovar todo el expediente al cabo de dos años, así que decidimos anularlo», explican García y Villacorta.

Así que ahora, al igual que Rosa y Emilio, han vuelto a concentrar todas sus energías, sueños y desvelos en ese niño o niña de ojos rasgados del que no saben nada aparte de como los llamarán, pero para los que tienen todo preparado. «Mi hermana me ha bordado toallas y baberos con el nombre, y cuando me hicieron el certificado de idoneidad ya tenía la habitación preparada», comenta Rosa con cierta resignación. La misma con la que Basilio y Marta explican que siempre han tenido una habitación montada para los invitados, pero que tienen otra vacía y en espera de inquilino a la que ya se refieren, medio en broma medio en serio, como «el nido vacío».



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